EN EL DÍA DEL TRABAJO

En el día del trabajo, el maestro Ivan Castillo publicó un interesante artículo 10996014_10200197339854272_4966252051755100250_ndonde mediante una serie de argumentos señala que el hombre puede llegar a santificarse desde el trabajo. Publico a continuación un fragmento de su artículo:

…También sabemos que el trabajo es un medio para desarrollar las capacidades del ser humano. El hombre que trabaja está analizando, produciendo, elaborando proyectos, haciendo trabajo en equipo, desarrolla su pensamiento creativo y crítico, se ve en circunstancias donde tiene que tomar decisiones, etc. Todas estas capacidades se van perfeccionando a lo largo de la vida y el hombre se hace cada vez más grande. El trabajo enrecia, fortalece y dignifica al hombre: lo hace más perfecto y más humano.

Sin embargo los cristianos tenemos más razones para trabajar: llegar a Dios santificándose y santificar el trabajo. Bien sabemos que el Señor nos invita a todos a trabajar en su viña. Es un error grave pensar que Dios nos castigó con el trabajo. Dice en el Génesis: «te ganarás el pan con el sudor de tu frente». El castigo es la fatiga o cansancio pero no el trabajo. San José, que fue el elegido por Dios para custodiar a su hijo y a la Virgen, es reconocido por nosotros los cristianos por su labor noble. De él aprendió Jesús. Imagínate con qué perfección haría Jesús las cosas ahí en su taller, tanto así que en los inicios de su vida pública cuando hacía sus primeros milagros, la gente lo reconocía como «el hijo del carpintero», y algunos en su asombro quedaban maravillados diciendo: «bene omnia fecit» (todo lo hace bien). Dios puso como padre putativo de su hijo Jesús a este Santo Patriarca, no sólo por ser justo y casto, sino también por ser un fiel trabajador y que hace las cosas bien por amor a Dios.

Es por eso que el trabajo para nosotros debe ser un motivo más de dar gracias al Señor. Al respecto quiero aclarar dos puntos de confusión en el ser humano: el trabajo bien hecho con el perfeccionismo, y la ociosidad con el descanso.

El trabajo bien hecho es cuidar todos los detalles en el mismo, es trabajar a conciencia con la mejor perfección humana posible. Sólo así será grato a Dios al ofrecerlo. A nadie se le ocurre ser como Caín, que ofrecía al Señor un trabajo vago que no demandaba esfuerzo. En cambio el perfeccionismo es una deformación de la virtud, es lo opuesto a la perfección. El perfeccionista no considera al trabajo como un medio, sino como un fin. El perfeccionista ve al trabajo tan atractivo que se dedica exclusivamente a él y descuida otros deberes: la familia, las amistades y hasta el mismo trato con Dios.

Lo opuesto al trabajo es la ociosidad, no el descanso. El descanso es simplemente distraerse en actividades que exigen menos esfuerzo. El ocioso no hace nada. El ocioso espera el sábado para estar «tirado en su cama» todo el día. El padre de familia ocioso en los fines de semana busca salir con los amigos y luego «se embriaga», descuidando actividades familiares o su trato con los hijos. El hombre que descansa el fin de semana, tiene actividades caseras y va a misa el domingo en familia. El Papa Francisco mencionaba en un discurso lo siguiente: «para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor. Deben dedicar tiempo cada día a la oración».

San Josemaría decía: «En medio de las cosas más materiales de la tierra, es donde debemos santificarnos: sirviendo a Dios y a todos los hombres». Por eso los cristianos no debemos olvidar que el trabajo es un medio de santificación para el ser humano. A través de nuestro trabajo, Dios nos permite acercarnos a él. Pero para ofrecer nuestro trabajo a Dios, tiene que ser lo más perfecto posible, puesto que él se lo merece. Que así sea. Feliz día del trabajo.

Iván Castillo Plácido
Mg. en Educación

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